Del olvido
En esos dulces días de plácida memoria
era yo un estudiante muy juicioso y formal;
en mis ratos de huelga meditaba en la gloria
y en una guapa chica de mi tierra natal.
Ella, flor campesina de fragancia ilusoria,
contestaba mis cartas con cariño especial,
y yo feliz guardaba, cual signo de victoria,
su retrato en las páginas del Código Penal.
Los tiempos apagaron mi fanal de ilusiones,
y hoy que de aquella chica conozco las traiciones,
abro el Código y leo con extraño rencor.
Y al no hallar un artículo que establezca
el castigo
de los seres que olvidan y traicionan,
maldigo
las leyes y la vida, los hombres y el amor...
Francisco Restrepo Gómez
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