Amor muerto
¡Ay Dios mío! yo tenía
un amor y en ese amor
creía mi alma, creía
con la fe del leñador.
Era un cariño, cariño
que anudaba en su embeleso
las suavidades de un beso
y la inocencia de un niño.
Yo lo arrullaba al vaivén
de mi sencilla canción,
pero lo arrullaba en
la cuna del corazón.
Ese amor fortalecía
mis pasos en el camino
y era para el alma mía
como un elixir divino.
¡Mas ay! qué acerbo dolor
ahora mi pecho siente:
sin saber cómo... ese amor
se murió de repente.
Francisco Restrepo Gómez
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