Wednesday, October 29, 2014

La cruzada




La cruzada


En el fondo del alma, muy oculto
vibra este amor en que sin paz me inflamó,
aun cuando ya el amor con que la amo
tiene la santa proporción de un culto.

A solas, lejos del social tumulto,
desde mi torre de dolor la llamo,
y responde a mi férvido reclamo
el eco de mi voz... como un insulto.

Pero yo sin cesar, amo y confío,
porque sé que el amor y la constancia,
tal como bullen en el pecho mío,

Tienen augusta y singular firmeza
para poder rendir con arrogancia
hasta la más heroica fortaleza.


Francisco Restrepo Gómez


Wednesday, October 22, 2014

Mi ofrenda



Mi ofrenda

Yo no te ofrendo espada porque no fui guerrero,
ni con sangre de víctimas me cubrí de laureles;
tampoco fui marino ni cazador certero,
por eso, no me pidas ensangrentado acero
ni perlas,  no corales, ni pájaros, ni pieles.

Estoy triste y cansado; soy un débil viajero,
tropecé por doquiera con desengaños crueles
te marqué con mis llantos el desnudo sendero; no
vino hasta mi sombra la lumbre de un lucero
 ninguna flor, ninguna, me regaló sus mieles.

A tu alcázar arribo, mas no como un guerrero
a quien las multitudes cubrieran de laureles;
no me pidas espada, soy un débil trovero
que viene a coronarte, fervoroso y sincero;
con una inmaculada corona de rondeles.



Francisco Restrepo Gómez

Wednesday, October 15, 2014

El árbol caído



El árbol caído


Dame la mano, hermano, buen hermano que pasas
con pasos vigorosos y con mirar risueño;
estoy débil y enfermo, mis fuerzas son escasas,
alíviame un instante de mi pesado leño.

De acueste leño duro que sobre el alma cargo señor,
de acueste leño que me ofrendó la suerte;
yo vengo de las tristes riveras de lo Amargo;
y voy hacia las nobles murallas de la muerte.

Yo soy un árbol viejo, sin aves ni verdores,
un árbol por el soplo del vendaval caído
en mi no hay armonías, ni céfiros, ni flores
y guardo la suprema nostalgia del vencido.

Por eso a ti levanto mi moribundo ruego
a ti que ufano y fuerte por el sendero cruzas;
derrama en mis cenizas un átomo de fuego
y arranca de mis sombras las clámides difusas.

Se misericordioso, comparte mis tristezas,
tú llevas pan y rosas en tus alforjas de oro;
yo llevo solamente puñados de asperezas
y desde mis desgracias tu compasión imploro.

Se bueno, tenme lástima; de tu copa de vino
unas gotas escancia sobre mi labio yerto;
¿no ves en mis fatigas que soy un peregrino?
¿no ves en mis sandalias el polvo del camino?

Levántate y ayúdame; de tu fornido brazo
concédeme el apoyo; mi corazón te clama;
mitiga bondadoso la sed en que me abrazo
y sobre mis torturas tus frescores derrama.

Detente, buen hermano, desde la ingrata orilla
de mi arenal, demando tu protector tributo
si arrojas en mi alma benéfica semilla,
tal vez mañana mismo recogerás el fruto.



Francisco Restrepo Gómez

Wednesday, October 8, 2014

Medallón




Medallón

Adorable princesa del cabello castaño;
yo, pecador rebelder, caprichoso y sensual,
vengo a ti, con mis recias pesadumbres de antaño
para que tú me alientes, compasiva y jovial.

De mis desolaciones en el mustio rebaño
vierte princesa, el agua de tu voz fraternal;
y lava las heridas que me abrió el desengaño,
con esa tu blancura de cordero pascual.

Yo soy un extraviado viajero que quisiera
fundirse entre tu sangre, de la misma manera
como el hierro, señora, se funde en el crisol.

Bendita tú por bella, y por noble, y por santa,
y porque en mi camino tu lumbre se levanta
cual si sobre la noche se levantara el sol.



Francisco Restrepo Gómez

Wednesday, October 1, 2014

Señor burgués



Señor burgués


En que tan solo sabes preocuparte
por las bajas intrigas del negocio:
en que vives ajenos al sacerdocio
mil veces noble y señorial del arte.

En que ríes de todo y no te acuerdas
de los tristes que cruzan el desierto,
eres en el humano desconcierto
como la caja de un violín sin cuerdas.

Por eso, aun cuando lleno de acomodos
vivas, y tengas el dinero a modos
en el nombre santísimo del arte.

En el nombre de Apolo - aunque te asombre -
en nombre de lo bello y de mi nombre
te dispenso el honor de despreciarte.



Francisco Restrepo Gómez