El río
Con sus rumores de orquesta, con ingenuos
rumores,
su corriente desliza majestuoso y viril;
es un príncipe rubio que, rendido de
amores,
dulces notas arranca de su plectro gentil.
Es un príncipe rubio, como los trovadores
que, en el cinto la lira y en la mano el
buril,
por esos mundos fueron, tal los
conquistadores,
haciendo de la vida magnífico pensil.
Deja, oh príncipe altivo, que mi cruz de
dolores
detenga unos instantes cerca de ti; sus
rumores
ahogarán el lamento de mi pena senil.
Quiero confidenciarte mis antiguos dolores
y hablarte, cual si hablara de las más
bellas flores,
de una linda pastora que huyó de mi redil.
Francisco Restrepo Gómez
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