El idilio
¡Y fue mía!... Mis labios atrevidos
bebieron en sus labios el vino del Amor,
y exprimí las dos uvas de sus ojos queridos
hasta colmar en ellas mi sed de viñador.
Yo escuché de su pecho los ardientes latidos
y adormecí en mis brazos su cuerpo vibrador;
la luz de sus miradas embriagó mis sentidos
y aromó las tinieblas de mi antiguo dolor.
Ella fue una pastora peregrina y extraña
que en la paz de una tarde se fue por la montaña
y desde aquella tarde jamás le he vuelto a ver.
Dejó vacía y triste mi rústica cabaña,
la huerta está ya llena de cardo y de cizaña
y a mi cansado espíritu llegó el anochecer.
Francisco Restrepo Gómez