Solos
Tuviera yo para vivir con ella,
no una rica mansión cuyo boato
tratara de cubrir la oscura huella
de algún ignominioso asesinato;
Tuviera en un rincón de la montaña,
lejos del hombre y de sus podredumbres,
una huerta sembrada de legumbres,
un arado, un mastín y una cabaña.
Y con ello, con esa dulce Mía;
con esa flor de mi melancolía,
con esa hermana espiritual, con ésa,
sin ver a nadie y sin mayor trabajo
pasar las horas de la vida, bajo
la protección de la Naturaleza.
Francisco Restrepo Gómez
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