Veinte de julio
Era una noche de opresión; había
nubes de tempestades por doquiera,
y del pueblo en la suerte lastimera
el avaro español se complacía.
Mas, de pronto, una grata Epifanía,
cruzó las sombras de la noche fiera,
y de la Patria en la cerúlea esfera
brilló, por fin, el esplendor del día.
Ante las ignominias del hispano
el corazón del pueblo soberano
se retorcía de furia y de impaciencia:
Y en la naves del templo de la historia
resonó, como un salmo de victoria,
este grito inmortal: ¡Independencia!
Francisco Restrepo Gómez
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