Tuesday, July 23, 2013

A la hora de nona




A la hora de nona

¡Muda la inmensidad! Sobre la cumbre
de altivo monte el Salvador moría,
mientras en torno de la cruz bullía,
beoda de placer, la muchedumbre.

Un vaho de infinita pesadumbre
por doquiera a la atmósfera vertía
y de los ojos del Señor surgía
tranquilo mar de redentora lumbre.

¡Cuánta desolación! Naturaleza,
desbordaba torrentes de tristeza
al ver morir al hacedor bendito.

Y en tanto que el maestro agonizaba
el sol, como un gran huérfano bañaba
con sus lágrimas de oro, el infinito.


Francisco Restrepo Gómez

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