Ave de paso
Adiós, hermana mía, buena hermana
que apagaste mi sed en el camino,
como lo hiciera la Samaritana con aquel taciturno peregrino.
Tú fuiste para mí cual el viajero
que llega, ya de noche, a la posada;
te di refugio, y al fulgor primero
del día, reanudaste la jornada.
Adiós, fugaz hermana; que te alumbre
el sol de la Fortuna, y en la cumbre,
cual un poeta el Porvenir te cante.
Cuando quieras volver... aquí te espero,
así como en la noche el posadero
aguarda, con amor, al caminante.
Francisco Restrepo Gómez
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