Bajo las ramas
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Los ámbitos del boscaje se
poblaron de ecos a medida
que los hombres taladraban
el tronco, y en la apacible
pomposidad del paraje,
aquellos ecos sordos eran
como una agoniosa
lamentación de la Naturaleza,
con divino miserere por la
hermosa pareja que
calentaba a sus polluelos
implumes en la fronda del
roble que moría.
Cobarde y temeroso, a las
primeras sacudidas del
árbol, el ruiseñor las alas
y con la rapidez de
una flecha disparada hendió
los aires y se internó en
el corazón de la selva. Y a
la vez que el golpe de las
hachas hería la religiosa
tranquilidad del espacio y
boscaje, el prófugo alado,
cual si se sintiera
perseguido, duplicada la
velocidad de su vuelo a
través de las tupidas
marañas, olvidando a su
amorosa compañera.
Llegó al límite del bosque,
y un instante,
amedrentado e inquieto, se
detuvo en la copa de una
ceiba elevada; brincó un
momento entre el obscuro
ramaje, desgranó una
tonalidad quejumbrosa, y
luego, como poseído de
inquebrantable resolución,
reanudó su fuga indolente y
se perdió a lo lejos, en el
desmayo azul del horizonte.
Francisco Restrepo Gómez
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