Bajo las ramas
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fabricara su albergue,
empujado por la fuerza del
hombre, se deslomaba,
estrepitoso y trágico, con la
egregia majestad de un
monarca vencido.
Cuando la hembra cantora
sintió que el coloso caía,
como en busca de amparo
exploró con angustiosas
miradas el frondaje vecino,
porque quizá pensó que
el compañero llegara
impaciente a salvarla y a salvar
a sus implumes hijuelos. En
vano indagó tenaz a las
ramas temblosas, en vano
observó el impasible
horizonte, en vano aguzó el
oído por sorprender la
proximidad de un aleteo.
Entonces, ya perdida la
postrera esperanza, lanzó un
himno desgarrador, y, lejos
de huir como el ingrato,
con dulcedumbre de madre
extendió el blancor de
sus plumas sobre sus
débiles polluelos, y
resignadamente se dejó
aplastar por la vigorosa
ramazón del árbol gigante
que, impulsando por la
mano del hombre, se desplomó
sobre la tierra,
solmene y pomposo, en una
trágica apoteosis de
muerte...
Francisco Restrepo Gómez
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