Monday, August 29, 2016

Bajo las ramas V



Bajo las ramas
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En tanto, el roble centenario donde la amante pareja
fabricara su albergue, empujado por la fuerza del
hombre, se deslomaba, estrepitoso y trágico, con la
egregia majestad de un monarca vencido.

Cuando la hembra cantora sintió que el coloso caía,
como en busca de amparo exploró con angustiosas
miradas el frondaje vecino, porque quizá pensó que
el compañero llegara impaciente a salvarla y a salvar
a sus implumes hijuelos. En vano indagó tenaz a las
ramas temblosas, en vano observó el impasible
horizonte, en vano aguzó el oído por sorprender la
proximidad de un aleteo.

Entonces, ya perdida la postrera esperanza, lanzó un
himno desgarrador, y, lejos de huir como el ingrato,
con dulcedumbre de madre extendió el blancor de
sus plumas sobre sus débiles polluelos, y
resignadamente se dejó aplastar por la vigorosa
ramazón del árbol gigante que, impulsando por la
mano del hombre, se desplomó sobre la tierra,
solmene y pomposo, en una trágica apoteosis de
muerte...


Francisco Restrepo Gómez

Monday, August 1, 2016

Bajo las ramas IV




Bajo las ramas
4 de 5


Los ámbitos del boscaje se poblaron de ecos a medida
que los hombres taladraban el tronco, y en la apacible
pomposidad del paraje, aquellos ecos sordos eran
como una agoniosa lamentación de la Naturaleza,
con divino miserere por la hermosa pareja que
calentaba a sus polluelos implumes en la fronda del
roble que moría.

Cobarde y temeroso, a las primeras sacudidas del
árbol, el ruiseñor las alas y con la rapidez de
una flecha disparada hendió los aires y se internó en
el corazón de la selva. Y a la vez que el golpe de las
hachas hería la religiosa tranquilidad del espacio y
boscaje, el prófugo alado, cual si se sintiera
perseguido, duplicada la velocidad de su vuelo a
través de las tupidas marañas, olvidando a su
amorosa compañera.

Llegó al límite del bosque, y un instante,
amedrentado e inquieto, se detuvo en la copa de una
ceiba elevada; brincó un momento entre el obscuro
ramaje, desgranó una tonalidad quejumbrosa, y
luego, como poseído de inquebrantable resolución,
reanudó su fuga indolente y se perdió a lo lejos, en el
desmayo azul del horizonte.


Francisco Restrepo Gómez