Viaje de
ensueño
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Y pues eres rica,
sé también conmigo misericordia
y una ingenua migaja de vida,
y de amor dale a mi alma que toca
a tus puertas como una mendiga.
Hermosa princesa:
deshoja benigna
sobre la penumbra de mi sufrimiento
la maravillosa flor de tus caricias.
Formarán nuestra corte de honores
en la travesía
los centauros aquellos que tiemblan
sobre la cortina
los bufones y dianas que adornan
las tapicerías,
aquel Bonaparte de yeso
que tienes en esa dorada repisa
y la imagen severa y gallarda
del trágico Silva.
Vámonos, señora princesa,
-no vaciles, la barca está lista-
volveremos mañana temprano
cuando estén repicando a la misa.
Vamos, mi señora princesa, mi señora divina.
Francisco Restrepo Gómez
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