Francisco Restrepo Gómez nació en Bogotá el 7 de septiembre del año 1884. Fueron sus padres don Francisco Restrepo Ochoa y doña María Gómez, personas de noble ascendencia y de memorables virtudes. Ingresó a Colegio Colón, de insigne educador don Víctor Mallarino, donde estudió hasta la edad de los diez y siete años y obtuvo su cartón de bachiller. Ya en las aulas se distinguía como fervoroso del arte Apolíneo. Espíritu romántico y sensible, captó los sinsabores de la vida con singular presteza, la cual le empujó en su descabellada juventud a cometer locuras sin cuento y a derrochar lastimosamente su herencia, luego de haber perdido a los dueños de su vida.
Más tarde, abandonado y pobre, repudiado por los amigos y la suerte, sólo halló consuelo en el amor de una rubia princesita que le ofrendó la lumbre de sus ojos azules y el apoyo de sus sonrisas… y vivieron tiempos felices edificando su hogar. Hostil fue con ellos la fortuna; pero sus juveniles corazones se sobreponían al destino adverso y compensaban con su mutuo y tierno amor los anhelos de progreso.
Así iban, “como dos buenos hermanos”: él forjaba versos para su eterna compañera y ella con las flores de sus caricias le hacía más llevadera la cruz de la existencia.
Mas súbitamente, despiadadamente, la parca le arrebató a su “chatica del ama”. Entonces, más huérfano aún que sus propios hijos, inconsolable y profundamente triste, se fue tras el recuerdo de su amada y abandonó el hogar para siempre… Vagó mucho de brazo con la melancolía, hasta la tumba.
En esta última etapa de su vida suena más inspirada y armoniosa su lira. Con incomparable tristeza, fruto de su doliente corazón, viene un cortejo donde encontrará el lector delicados lamentos de un alma que vivió demasiado para el sufrimiento.
“Los poemas sin dueño” han podido llamarse hasta aquí estos de Restrepo Gómez porque su autor los abandonó indiferente y hoy la mano de algún revistero o escritor inconsecuente u orgulloso – cosa inaudita – les ha suprimido alguna palabra, frase o frases que no llamaron su atención; más luego de la vanidad de algún criticón encontraría adecuado agregarles alguna insinuación de su musa profana. Por eso, muchos versos han llegado a mi mano cojeando lastimosamente y quejumbrosos por las inclemencias de su suerte o por el anonimato injusto a que fueron sometidos: no extrañe el lector, pues, las lagunas que pueda encontrar en varias estrofas.
Tal a grandes rasgos la vida infortunada del poeta. Sobre su obra, oigamos la sabia crítica de don Antonio Gómez Restrepo, hecha en vida del autor.
“En contraste con algunos poetas que han vivido apegados al terruño, a Restrepo Gómez le ha tocado recorrer varios países americanos y ser representante en ellos de la nueva poesía colombiana. Sus versos son frecuentemente reproducidos en las mejores revistas y diarios de España y América, y su obra ha sido consagrada con el elogio de renombrados maestros de la hora presente. Puede estar muy satisfecho del camino recorrido”.
Y más adelante: “Restrepo Gómez es un gran sensitivo, y su poesía es la anotación vívida, honda y sincera de sus apasionadas emociones estéticas. Tienen sus versos un dulcísimo ritmo musical, un timbre sutil y doloroso, muy en armonía con los estados sicológicos que expresan, y los rasgos descriptivos que los esmaltan, dan también la nota melancólica del paisaje. El poeta es un hombre que siente y sufre, que tiene una clave propia para expresar sus afectos, pero es al mismo tiempo un luchador que conoce el precio de la vida y que no está dispuesto a rendirse, antes de llegar al término de la jornada. Los afectos domésticos dan calor a su alma, y los nobles ideales del arte encienden y cautivan su fantasía”.
“Tiene Restrepo Gómez una extraordinaria, una inmensa facilidad para versificar; cualidad envidiable y peligrosa también, si no la contiene, como en este poeta, el respeto a los fueros del arte”.
Y agrega: “No ha coleccionado Restrepo Gómez sus numerosas composiciones; así es que dificulta el dar acerca de ellas un impresión de conjunto. Pero creemos que cantos como los titulados SOLARIEGAS caracterizan bien el género de inspiración en que más sobresale. Es un renovación del tema eterno de la ausencia, de la añoranza del bien perdido; de la consagración por el dolor de sitios que fueron testigos de nuestra felicidad. Este motivo dominante aparece en toda la pieza; pero la inspiración del poeta se complace en aparentar cierta bella e incoherente vaguedad y apunta rápidamente, ya un paisaje, ya un recuerdo; todo con pinceladas breves, que sugieren más de lo que dicen las palabras; y al cabo, la impresión melancólica se transfunde al lector. No todas las estrofas tienen iguales quilates de mérito artístico; pero nadie será insensible a rasgos tan hermosos como los siguientes, que llevan el sello inconfundible de la sinceridad y conmueven fuertemente con su eficacia poética, con la fuerza sugestiva de la inspiración”. (Cita luego varias estrofas del canto SOLARIEGAS, y se muestra admirado de una especialmente, y que a continuación copiamos):
Ya la noche sus miembros despereza
y, cual un millonario, el firmamento
sus arcas de oro a derrochar empieza…
Luego apunta: “El que estos versos escribe tiene en sus manos el instrumento que manejan solo los grandes poetas y puede y debe exigírsele que lo puse sin intermitencias, porque es un gran poeta”.
Y concluye: “El poeta, el dulce y sentido poeta a quien consagramos estas breves líneas, está llamado a acentuar virilmente su ya vigorosa personalidad con el ahincado cultivo del arte y a enriquecer nuestro Parnaso con obras que compitan todas las delicadezas de la sensibilidad, aguazada hasta lo extremo para la cultura moderna, con las preseas del arte clásico, que saber dar frescura y juventud eternas a las más ideales manifestaciones del ingenio”.
Jorge Alfonso Restrepo Rueda