Bajo las ramas
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Al despuntar la madrugada,
como jocunda salutación
a la luz, desgranaban sus
himnos eclógicos y en
bulliciosa algazara pasaban
el día revoloteando por
entre la ramazón de los
plantíos.
Al llegar el crepúsculo,
cuando sobre los campos
empezaban a amontonarse las
sombras, la enamorada
pareja se guarecía en
cualquier rama, para seguir la
noche entre arrumacos y
mimos.
Pero ello fue que un día el
padre Invierno descargó
sus rudezas sobre aquellos
lugares, y las dos
avecillas, medrosas y
heladas, hubieron de emigrar a
horizontes lejanos, donde
encontrarían la caricia del
sol.
El viaje no les fue fatigoso
ni largo, y al atardecer del
mismo día llegaron a un
bosque donde aún el verano
tenía plantada la
esplendidez de sus dominios. En
amante connubio continuaron
allí su vida de jolgorio
los suaves trovadores, bajo
la paz beatífica de un
ambiente aromado, y con
troyas cristalinas loando,
inconscientes, la angustia
solemnidad de la
Naturaleza, que en aquel
sitio ostentaba
magnificencias del templo.
Francisco Restrepo Gómez