El poeta Francisco Restrepo Gómez con su segunda
hija, Isabel
Isabel
Tú llegaste después, y en esa hora
hubo salva de luz; mi artillería
disparó sus petardos de alegría
en honor de tu arribo, emperadora.
Y desde aquel inolvidable día
bajo tus pies mi corazón demora,
porque yo soy, para fortuna mía,
un vasallo en tu corte, mi señora.
Y pues que mis penumbras esclareces,
quisiera que tú fueses... que tú fueses,
de la Vida en el piélago profundo,
cual esa reina de tu mismo nombre
que le dio todo su caudal a un hombre
para que fuera a descubrir un mundo.
Francisco Restrepo Gómez